Todas las posibilidades se retuercen en tan sólo un instante.
Que esta mujer quiere dinero. Que quiere que deje de escribir. Que quiere acostarse conmigo. Que quiere vengarse porque narré su historia injustamente. Aunque no recuerdo haberlo hecho. Una mujer así es imposible de olvidar. Que quiere destruirme. Que quiere amarme. Que quiere algo que seguramente yo no quiero.
Las posibilidades siguen desplegándose y desplegándose. Pero ella es, lo dije y lo repito, la inesperada.
–¿Chantajearme?- pregunto.
Ella asiente con la cabeza. –Chantajearte.- corea- Tengo impresos tus textos y pienso ir dándoselos pareja por pareja. Si a una no le gusta darse cuenta algunas cosas de su novio, ¿pensás que le gustaría que medio mundo sí lo haga?
Me rasco la nariz. –Bueh, medio mundo… Tanta gente no entra al blog.- comento, para desviar la atención y ganar tiempo.
La mujer no cae en la trampa. –Donato, yo quiero—
–No sé tu nombre.- interrumpo, ingenuo, creyendo que el hecho de conocernos y generar confianza demolería cualquier posibilidad de chantaje.
Ella sonríe. –Nadia.- se presenta- Ahora sí, Donato…- reitera- Lo que quiero es sencillo.
Las posibilidades siguen estrangulándose en mi cerebro.
–¿Sí?
–Sí.- responde- Quiero estar acá.
Quiere estar acá.
Suspiro. –¿Y eso vendría a ser…?
Su rostro adopta cierta timidez. –Quiero que escribas sobre mí.- me confía.
Asiento con la cabeza lentamente para terminar encogiéndome de hombros. –¿Y no te podías aparecer con un novio y sin chantaje de por medio?
–No entendés. Quiero ser tu musa.
–Mi musa.- repito.
Ella sonríe. –Quiero aparecerme en tus relatos. Que escribas sobre mí. Así como escribís sobre esa Cecilia. Que, dicho sea de paso, no me gusta ni un poco.
Golpeo a mi paladar con la lengua. –Mirá, no te puedo prometer nada pero seguro que si venís acá con tu novio…- insisto- Aunque sería como forzar la situación—
–No quiero eso.- retruca.
–Yo tampoco quiero forzar nada.
Nadia ríe. –No. No quiero venir acá con mi novio. Imaginátelo. Seguro podrás hacerlo. Y seguro lo vas a hacer. O todos acá se van a enterar de lo que hacés mientras pretendés limpiar el mostrador. Y yo creo que te van a linchar, Donato. Y que te van a despedir.- increpa, con una dulzura que contradice sus palabras. Levanta sus cejas y esos ojos grandes me devoran. –¿Qué pensás?
–¿Qué pienso…?- balbuceo mientras me rasco el mentón- Pienso que tenés serios problemas.
–¿Problemas?
Asiento con la cabeza. –De vanidad. Y de inseguridad. Pienso que tenés la fantasía de ser la minita de Titanic que posa desnuda ante un hombre que la pinta, que la venera. Querés subirte a un pedestal. Y a un pedestal inmaterial, aparte. Un pedestal cómodo, seguro, distanciado. Sin la posibilidad que te vean, que te toquen. Sin la posibilidad de sentirte vulnerable. Porque lo que querés sentir es ser objeto de deseo pero de un deseo imposible de concretar. Porque lo inconcretable permanece inalterable. Permanece eterno. Lo inconcretable no te descarta, no te rechaza. Tu mundo es meramente masturbatorio. Y ni siquiera sos original en esta estupidez. El mundo está saturado de voyeuristas inversos. Eso pienso.
Ella permanece en silencio. Me pide unas pastillas de frutillas pero no respondo con ningún movimiento. Tan sólo la miro. Da un paso hacia atrás, y luego otro. Y luego otro. Hasta salir del barcito.
Suspiro. –Creo que decir lo que se piensa realmente sirve.- musito.
Y entonces la veo, afuera, en la ventana. Saca una hoja y la pone contra el vidrio. De un tachito le tira encima algo que pareciera engrudo y la presiona fuerte. Las parejas que están adentro giran hacia ella, confundidas. Empiezan a leer. Salgo corriendo, desesperado.
La venganza es un plato que se sirve helado
-
Mr. Charlie Star cree que es norteamericano.
Mr. Charlie Star nació en Parque Chacabuco, donde vivió toda su vida.
Mr. Charlie Star fue enviado por la e...
Hace 12 años