–Ay, Donato, Donato…
Me encojo de hombros. –Lo sé.
El Diablo le da una pitada a su pipa. –La antesala de la desilusión es, incluso etimológicamente, la ilusión.
Tomo un sorbo de té. Dejo la taza sobre el platito de porcelana. La acomodo. –Supongo que sería emocionalmente más económico no ilusionarme.- acepto, recorriendo con las puntas de mis dedos al borde de la taza.
–Sin dudas lo sería.
Mis dedos se detienen y siento al humo del té desperezándose en la palma de mi mano. –Pero no hay nada económico en esa mujer.
Él asiente con la cabeza. Una sonrisa se dibuja en su rostro, detrás del fatigado ballet que nace de su pipa. –Si no, no hubieras venido dos veces al Infierno por ella.
–Más aún siendo ateo.- agrego.
El Diablo sonríe.
–Pensé que el bar que tiene dibujos de frutillas era el bar donde ella estaría.- confieso- Me dijo que cada vez que venía a verme me dejaba pistas. Siempre pedía pastillas de frutilla. Así que…
–Pero no.
–Pero no.- repito, agarrando la taza de té.
El Diablo le da una pitada a su pipa. Me recorre haraganamente con sus ojos entrecerrados. –Supongo que no viniste acá sólo para contarme este fracaso.
–Cierto.- digo, y tomo un sorbo.
–Ni para una visita social.
Niego con la cabeza. –Soy ateo.- reitero.
–Quien se ve forzado a frecuentar un escenario en el cual no cree, recae en la facilidad de los estereotipos.
–¿Lo cual significaría...?
–Venís a proponerme un trato.
Asiento con la cabeza. Dejo la taza sobre el platito de porcelana. La acomodo. –Quiero volverla a ver. A ella. A Cecilia.
–¿Y a cambio?
–Te doy un alma.
–Tu alma.- corrige.
–No, no. Un alma. El de ella.- digo, y señalo a Nadia- Me viene siguiendo hace un tiempo y eso me resulta francamente molesto.
Nadia deja de sacar fotos al Infierno con su celular y gira hacia mí. –¿Cómo?
El Diablo asiente. Estira su mano entre el humo de su pipa.
–Momento, momento.- frena Nadia- Sólo yo puedo decidir sobre mí.
Él sonríe. –Por favor, no seas ingenua.- retruca, estrechando su mano con la mía.
Nadia nos mira, sin entender lo sucedido.
–Gracias por el té.
El Diablo acomoda su galera, asintiendo con la cabeza.
Me levanto y busco, entre las rocas, los primeros peldaños de la escalera de la línea E del subte que conducen a la ciudad. Nadia, detrás, grita. Cecilia, delante, espera.
La venganza es un plato que se sirve helado
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Mr. Charlie Star cree que es norteamericano.
Mr. Charlie Star nació en Parque Chacabuco, donde vivió toda su vida.
Mr. Charlie Star fue enviado por la e...
Hace 12 años