Él la mira y la mira y la mira para, luego, mirar a su novia.
–No me estás escuchando.- advierte ella, apretando el sobrecito de azúcar.
Él le saca el sobrecito y le besa la mano. –Sí que te escucho.- le aclara- Me decías que no te gusta pintarte.
La mujer se rasca la nariz, tal vez dudando si creer en su novio o si insistir con que no la escucha, con que él apenas repite lo último que ella dijo, o tal vez se rasca porque le pica la nariz. –Sí, no me gusta pintarme.- concede.
–Es que me gustaría que—
–¿Qué?- interrumpe ella- ¿Que sea una modelito toda pintadita y arregladita? No soy así. No me siento así.
Él le besa la mano mientras escoge las palabras apropiadas. Entre beso y beso mira a la mujer del fondo. La devora con los ojos y envidia al hombre que está con ella para, luego, volver su atención a su novia. –Es que me gustaría que fueras, no sé, un poco más femenina.- confiesa a media voz, para quedarse besando al aire y darse cuenta que las palabras no fueron las apropiadas.
–¿Más femenina?- se indigna la mujer, retirando su mano- ¿Soy más femenina si estoy con las uñas y la cara pintada, si estoy depilada? ¿Soy más femenina o más artificial? ¿O es lo mismo en tu mente retorcida?
El hombre se encoje de hombros. –Es que… no sé…- balbucea, con la cabeza gacha y jugando con los botones de su camisa como un niño que fue retado- Me preguntaste qué me gustaba y ahora me atacás. Vos querés el pan y la torta a la vez.- acusa.
–¿Pensás escaparte de la artificial feminidad de la mujer al decirme que soy histérica?- retruca ella.
Él niega con la cabeza, mira a la mujer del fondo y al reloj que advierte que falta media hora para las cuatro y suspira. –No. Dejá.
Ella suspira también. Frunce los labios. –¿Como quién?
Su novio entrecierra los ojos. –¿Cómo?
–Claro. ¿Como quién te gustaría que fuera? ¿Quién de acá?
Él niega con la cabeza. –No sé.
–Dale, decime. ¿Como quién?
El hombre sigue negando con la cabeza. Se echa hacia atrás en la silla. –No sé. No me gusta esto.
–¿Por?
Él agarra el sobrecito de azúcar, mira a la mujer del fondo y vuelve a negar con la cabeza. –Me incomoda. No sé. No me gusta que te andes comparando con otras. Lo sabés.
Ella se sonríe. –Todas las mujeres nos comparamos con otra. Dale, ¿como quién te gustaría?
–¿Por? ¿Te pintarías así?- se interesa el hombre.
–No siempre. No va conmigo. Lo sabés. Creo que es artificial y, para serte sincera, algo enfermo, hasta pedófilo—
–Bueno, bueno. Aflojá.- interrumpe él.
–Pero alguna vez lo haría por vos.
–¿En serio?
–¿Quién no goza con el goce del otro?
Él mueve la cabeza de un lado para el otro, tal vez tomando coraje. Se acerca a su novia y cierra el puño, desplegando lentamente su dedo índice. –Como ella.- señala al fin.
–¿Ella?- pregunta su novia, girando para ver- ¿Te gusta ella?
Él acepta bajando lentamente los párpados. –Es femenina. Es delicada.
Ella asiente con la cabeza. Sonríe. –Está maquillada. Está arreglada. Tiene las uñas pintadas. Ay, qué lástima.
–¿Qué lástima? ¿Por? ¿Qué pasa?
–Una lástima. Un detalle nomás. Tan cuidadita que parecía.
–Vos siempre buscando lo que no hay, ¿eh?- se indigna él- ¿A ver? ¿Qué no te gusta de ella?
Ella sonríe. –Las manos.
–¿Las manos?
–¿Le ves las manos?
Él entrecierra los ojos. –No puede ser.
–Sí. Es un travesti.
La venganza es un plato que se sirve helado
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Mr. Charlie Star cree que es norteamericano.
Mr. Charlie Star nació en Parque Chacabuco, donde vivió toda su vida.
Mr. Charlie Star fue enviado por la e...
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