La voz de una mujer despunta entre los bostezos, las cucharitas que golpean contra las tazas de café y el tic tac del reloj que viste todas las miradas del lugar. –Sos un asco.- opina ella.
El hombre se incorpora en la silla. –¿Un asco yo?- se indigna- ¡Claro, claro…! Yo soy un asco. Claro. El asco soy yo.- repite, cambiando el orden de la frase al no saber qué responder pero al encontrarse en la necesidad de decir algo.
–Sí, un asco.- insiste la mujer.
El hombre golpea a la mesa con un sobrecito de azúcar mientras busca las palabras adecuadas. –Claro, claro… yo, un asco.- reitera, infértil en inspiración.
–Sí, vos. ¿O ahora me vas a decir que soy yo?
Él deja el sobrecito con los otros. –¿Y qué querés que te diga…? Si a vos nada te calienta.- retruca.
Ella lleva una mano a su cuello para agarrar al grito antes que se le escape. Logra atraparlo entre sus dedos cuando ya estaba a punto de estallar en insultos en su garganta. Desliza su mano por el cuello, hacia abajo, hasta su pecho, y, desde ahí, habiendo atrapado al grito entre sus costillas, deja la mano sobre la mesa. Suspira, diplomática. –Es que a vos se te ocurre cada cosa…
Él vuelve a agarrar el sobrecito de azúcar. –¿Cómo qué?- pregunta mientras golpea con el mismo a la mesa- A ver… Decíme. ¿Cómo qué?
–Como lo de los dedos.- individualiza ella.
Frunce el ceño. –¿Qué dedos?
–Los dedos. De mandarme un mensajito de texto diciéndome que todavía sentís mi olor en tus dedos.
El hombre estrangula al sobrecito de azúcar en su mano. –¿Y qué? Medio mundo hace eso. ¿O no te parece, no sé, caliente, íntimo, no sé, que yo esté con—
–Es un asco.- interrumpe ella- Me mandás el mensajito una semana después de haber tenido sexo. ¿No te lavás las manos…? ¿O insinuás que tengo mucho olor?
Él sonríe. –Pero—
–Pero nada.- apura ella- O meterme la mano entre las piernas sin siquiera besarme el cuello o decirme chanchadas de la nada y esperar que yo me caliente con eso. Y no. No. Tenés que entender que cada cuerpo tiene su lenguaje.
El hombre aprieta el sobrecito de azúcar. –¿Y qué te dice tu lenguaje?
Gira hacia el reloj. –Que para estar a las cuatro menos cuarto en el barcito de una YPF con vos estoy desesperada.
El hombre deja el asesinado sobrecito de azúcar con los otros y se levanta. –Bueno, vamos entonces.- resigna.
–¿A dónde?- dice la mujer.
–Te llevo a tu casa.
La mujer, aún sentada, lo agarra de la mano. –Seamos honestos. Los dos estamos desesperados. Ya casi son las cuatro.
El hombre asiente con la cabeza. –¿Qué proponés?
–No hablar y sólo gemir.
La venganza es un plato que se sirve helado
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Mr. Charlie Star cree que es norteamericano.
Mr. Charlie Star nació en Parque Chacabuco, donde vivió toda su vida.
Mr. Charlie Star fue enviado por la e...
Hace 13 años